“Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen” (Borges).
Esto se puede interpretar de novecientas cincuenta mil formas, pero más allá de interpretarla, voy a dejar que mi mente se extienda un poco… ya que está motivada.
Comenzaré por la verdad; bueno, creo que la verdad es única e imposible, es enorme e inaplicable, es absoluta e inhumana. La verdad en resumen es algo que no podemos alcanzar debido a su alto contenido de pureza y profundidad. No existe ningún tipo de traducción, de adaptación para nuestra cabeza, la verdad no puede ser manipulada mentalmente por el ser humano. El ser humano no está en condiciones de saberla, más sí de sentirla, entonces…
La verdad es una sensación interna e intensa. Es ese algo que nace de la boca del estomago y sube a la cabeza (Y no al revés como creen todos). La verdad nos hace sentir que tenemos razón, aunque distintas las razones, los motivos, las causas, todos tenemos la razón, porque esa sensación no es menos ni más importante que la de otro.
Todos tenemos razón, mientras sea un sentimiento…existe, es válido. Si las ponemos en una mesa y las comparamos, habrá conflicto, y si en ese conflicto olvidamos que la sentimos es porque sólo pensamos que la tenemos, y fundamentar la razón con la cabeza y no con los sentimientos (Donde nace), pierde sentido, no es tolerable, termina por ridiculizarnos, dividirnos, humillarnos.
La razón es una sensación, y más que imponerla sobre otra, debe desencadenarla, debe motivarla, debe excitarla. Debe ser capaz de generar sentimientos…por su génesis, por lo suyo, por lo nuestro… errante, intensa, sacrificada, valiente, cobarde, porque también es absoluta y variada en nuestro interior.
Feliz el que no insiste en tener razón, porque es una pérdida de tiempo, porque nadie la tiene o todos la tienen, porque no me importa eso, sino que la tengo, porque dejo que haga su trabajo, y la dejo en su sitio.
Porque la razón no es un concurso, es una motivación. Porque la razón no se agarra de los palos con otra, sino que la enamora, la seduce, para al final no sentir que la nuestra es única, sino que vivimos con la otra. Porque al final con la razón o las razones… no hay final...sé es feliz.